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Memorias de un superviviente de la guerra civil española

Avelino Bonilla Collado

La quinta del biberón

El año 1931 tras la dictadura del General Primo de Rivera fue proclamada la República en España. Esta a primera vista se presentaba muy prometedora sobre todo para los obreros y autónomos, que por aquel entonces estaban abandonados y a merced de los capitalistas que solo se preocupaban de vivir bien a costa de sus subordinados. Pues bien, una vez liberados del yugo que los oprimía y con la libertad a veces tomada por iniciativa propia según criterio del sujeto empezaron a aparecer los múltiples partidos políticos que también se presentaban muy prometedores pero que después paulatinamente empezaron a querellarse entre ellos mismos hasta desembocar en revoluciones, huelgas y desórdenes de todo tipo y violaciones de los derechos humanos tal como incendios de templos religiosos y monumentos artísticos y culturales hasta terminar con el consabido paseo o decapitación de religiosos y simpatizantes por el solo mero hecho de serlo y tan siquiera ser interrogados y menos juzgados como por ejemplo Calvo Sotelo, alta personalidad en el gobierno de entonces y otros.

A consecuencia de todas estas anomalías y también porque no con el ánimo de desplazar del poder a quien por aquel entonces lo poseía legítimamente, se pusieron de acuerdo la mayoría de los altos mandos militares y algunos políticos como por ejemplo José Antonio Primo de Rivera, desembocando todo esto en una sublevación de la mayoría del ejército el día 18 de Julio de 1936 (denominado alzamiento nacional) que capitaneado por el General Francisco Franco que se desplazó de Canarias con fuerzas de regulares marroquíes en su mayoría y de la legión comandada por el también General y profesor de Franco, Millán Astray. Consecuencia de todo esto fue que España quedó dividida en zonas denominadas (nacional la correspondiente a los sublevados) y Roja la de los republicanos; que por supuesto al tratarse de territorio ocupado por uno de los bandos, en ambos había de los ideales partidarios de uno u otro, lo que repercutió otra vez en discriminación del más débil o menos adicto a lo que le había cabido en suerte según la zona en que cada ciudadano estaba viviendo o tenía mas o menos los medios de subsistencia.

Consecuencia: mientras que en los campos de batalla se libraban fuertes enfrentamientos entre republicanos y nacionales, en las ciudades y zonas rurales continuaba la confiscación de bienes y haciendas y las muertes se sucedían sin ton ni son, en muchos casos por venganzas personales. De los principales enfrentamientos del primer año de guerra hay que destacar el del cuartel de la montaña en Madrid, puente de arganda, el alcázar de Toledo donde el coronel Moscardó, entonces coronel al mando de la mencionada academia estuvo sitiado un sinfín de tiempo y logró salir ileso después de haber sufrido un mínimo del ochenta por ciento de bajas en la mayoría guardias civiles. A partir del año 37 la balanza se iba inclinando hacia el ejército nacional ya que éste disponía de mejores mandos y administración más controlada, pues la mayoría de oficiales y suboficiales de la república procedían de la clase obrera de todas las ramas sin experiencia ni cultura para desarrollar tales funciones bélicas, pero eso sí con el firme propósito de defender a toda costa lo que llamaban libertad. Con el consiguiente desgaste de material bélico y muchos españoles muertos, ambos bandos recurrieron a fortalecerse con fuerzas extranjeras adictas a su régimen y por consiguiente de material más sofisticado. Por un lado el bando fascista: que así se denominó al nacional recurrió a Italia y Alemania particularmente: y el bando rojo o republicano se apoyaba en rusos, polacos y franceses, en su mayoría todos armados hasta los dientes, lo que provocó ensangrentados combates tales como la batalla de Brunete, Belchite, Teruel, el Jarama, Las Rozas y posteriormente Levante, Extremadura, El Ebro legre”ríos” donde las bajas fueron numerosísimas y particularmente la zona republicana cada vez más debilitada, incluso en hombre útiles para hacer la guerra, y no digamos para costearla puesto que se habían agotado la mayor parte de las existencias por mala administración de ahí que en Febrero de 1937 había movilizadas en la zona las quintas de 1915 a 1945 inclusive, a la que yo pertenezco y que en dicha zona se denominó la quinta del biberón pues pocos tenían la edad de 18 años cumplidos. Dadas las circunstancias antes apuntadas los más viejos los dedicaban a la fortificación y nosotros sin preparación previa fuimos destinados a los diferentes frentes de batalla para cubrir las bajas existentes que eran muchas donde muchos cayeron víctimas de no haber recibido una preparación previa para el cumplimiento del deber encomendado como soldado de guerra y privados de casi todo lo imprescindible como por ejemplo equipo de soldado incluido material bélico y lo que es peor comida suficiente y vestuario, pues la mayoría estábamos en las trincheras o en ataque o en retirada con la ropa que llevábamos de casa.

Particularmente yo fui destinado a la 108 Brigada mixta 429 batallón. Compañía de ametralladoras de guarnición en el frente de Madrid y más concretamente frente a Robledo de Chabela y Zarzalejo por el Escorial. Dicha brigada recientemente había participado en la batalla de Brunete donde había salido mal parada y naturalmente tenía que reponer bajas con el personal disponible que éramos nosotros (los del biberón) pero cual sería la sorpresa de los ya veteranos en esta actividad al comprobar que ninguno de los fuimos a ocupar las vacantes sabíamos ni tan siquiera lo que era el cerrojo del mosquetón o fusil y menos aún de cualquier arma automática, que prescindieron de nosotros durante quince días, en cuyo periodo nos enseñaron medio a manejar un arma y vuelta al frente entre los veteranos de los cuales aprendimos a comportarnos mas o menos como soldados, verdes por supuesto. Todo lo antedicho me ocurrió hasta el 1º de Julio de 1938 y ya de regreso a mi unidad formé parte de una escuadra de ametralladora, puesto que me gané en el tiro al blanco, más un paquete de cigarrillos que por aquel entonces ya escaseaban mucho, mas como yo no fumaba lo cambié por dos chuscos de pan que ya estaba muy bueno.

El cabo y los otros cuatro soldados que componían la escuadra eran voluntarios andaluces concretamente de Jaén provincia y yo solo manchego, a pesar de lo cual y de su veteranía me trataban muy bien incluso se hacían cargo de mi juventud y poca experiencia, y me denominaban el chaval cosa que yo les agradecía y me alegraba que me dijeran. Tal era la consideración que me tenían que además de ponerme a punto del manejo del arma que en el primer caso fue una ametralladora de origen checo marca Coll, cierta noche se organizó una escaramuza contra la máquina más próxima a la nuestra mas como se trataba únicamente de aquel punto y no de todo el frente ocupado por nosotros nuestra máquina hubo de ir a socorrer a la agredida en una noche invernal característica de aquella zona chubascosa y cuando ya todos estábamos dispuestos, el cabo tuvo la deferencia de decirme: tu chaval quédate en el fortín hasta que regresemos al cuidado del material y equipo nuestro, cosa que yo le agradecí, pero la cosa se prolongaba y de trinchera a trinchera enemiga el fuego de fusilería, ametralladora y morteros se sucedía de vez en cuando, incluso la artillería rápida o de calibre 16 M5 de montaña, la cual hace un montón de disparos por minuto dio lugar a que yo a petición de un sargento me saliera del fortín para ocupar un pozo tirador que por cierto estaba casi lleno de nieve y agua. La cosa no llegó a mayores y por fín cuando cesó la escaramuzaheridos como estábamos pudimos cada cual regresar a su chabola y entrar en calor a medida de nuestras posibilidades que eran escasas pero peor para unos cuantos heridos y algunos muertos. Todo esto ocurrió a primeros del año 1939 cuando ya todo estaba perdido y la desmoralización era patente unos optaban por evadirse al lado contrario y otros por marchar no se sabe donde y la mayoría que el único deseo era que terminara la contienda seguimos en nuestro puesto como espectadores pasando las mayores calamidades con muchos piojos encima y con dieta alimenticia que en los últimos 15 días consistía en una galleta de 100 gramos de pan en conserva y 100 de carne congelada, y como complemento unas yerbas cocidas que se criaban y decíamos eran lechuguetas, en fin , el caso es que eran comestibles y por lo menos a mí me llenaban el estómago. Y por último cuando más miedo pasé fue noches antes de que nos llevaron a El Escorial relevado, que estando en escucha al lado del fortín en lo que denominábamos avanzadilla, me quedé dormido, es más que eso semiinconsciente y cual sería mi sorpresa al despertar y advertí que me habían quitado el mosquetón de entre las piernas; yo presa del mayor pánico me dije no debe haber sido el enemigo cuando no me ha matado y asaltado después a mis compañeros. Escudriñé con el tacto a mi alrededor y no se veía ni palpaba nada. Seguidamente quité el dispositivo de seguro a una bomba de mano y me puse alerta: momentos después sentí el rumor de pasos, que dejé aproximarse cuando me dieron la consigna, que los identificaba como compañeros: una vez reunidos, resultó ser el cabo de vigilancia con un minero para relebarme, acto seguido le dije lo ocurrido y este me dijo: este es el motivo de tu relevo: por consiguiente me encarga el oficial te presentes a él inmediatamente que tu actuación es intolerable. Entonces yo para mis adentros pensé, este tío va a ser capaz de pegarme dos tiros, pues sea lo que dios quiera, no voy, y contesté al cabo, yo no me presento a él consciente de la falta cometida, por lo tanto si me quiera castigar o matarme que venga él a mi chabola y lo haga; aquello quedó así y no pasó absolutamente nada.

El día 22 de Marzo del 39 nos relebaron y el 28 entraron los nacionales en el Escorial haciendonos prisioneros y recluidos de momento en los patios del Monasterio, de donde salí en una expedición el día 1 de abril llegamos a arévalo, ávila, donde estuve retenpido hasta el día 13 de mayo, que previo informe de mi pueblo de persona imparcial me dejaron en libertad y marché a casa con todas las calamidades pasadas y a la vez contentísimo de poderlo contar, no le sucedió así a más de un millón de españoles de ambos bandos que no lo pudieron contar.

Para mí fueron 13 meses de triste experiencia, que no deseo a nadie a pesar de no haber participado en ninguna de las violentas batallas antes mencionadas.

Avelino Bonilla Collado